Quizás pueda parecer exagerada definir el gusto por los ultraprocesados como una adicción, pero está claro que hay muchas veces que sentimos una fuerte atracción por este tipo de preparados. Lo primero que podríamos decir, es que “no son comida”, sino preparaciones industriales comestibles. En este artículo profundizaremos sobre ellos e intentaremos descubrir por qué “nos enganchan”.
Tal como apuntábamos en las líneas anteriores, los ultraprocesados son preparados industriales comestibles elaborados a partir de sustancias derivadas de otros alimentos. Realmente no tienen ningún alimento completo, sino que están formados por largas listas de ingredientes.
Además, estos ingredientes suelen llevar un procesamiento previo como la hidrogenación o fritura de los aceites, la hidrólisis de las proteínas o la refinación y extrusión de harinas o cereales. En su etiquetado es frecuente encontrar materias primas refinadas (harina, azúcar, aceites vegetales, sal, proteína, etc) y aditivos (conservantes, colorantes, edulcorantes, potenciadores del sabor, emulsionantes…).
Bajo este concepto podemos encontrar, desgraciadamente, el 80% de los comestibles que venden en los supermercados: las bebidas azucaradas, precocinados, bollería, carnes procesadas, galletas, lácteos azucarados, postres, dulces, cereales refinados, pizzas o nuggets.
Lo bueno de cuando “fabricas” un alimento ultraprocesado, puedes hacerlo como prefieras, o mejor dicho, como creas que más le van a gustar o estimular a tus clientes. Así como si de una receta a lo Harry Potter se tratase, le añaden saborizantes y/o potenciadores del sabor, para que sepan a lo que queremos. Colorantes, para que parezcan que tienen muy buen pinta, aromas (no naturales) para que huelan a lo que debería oler, y por su puesto un toque extra de azúcares, para estimular al máximo nuestro paladar y que tengamos muchas ganas de volver a repetir.
Con esta fórmula es difícil evitar tener adictos a los ultraprocesados ¿verdad?
Pero lo peor de estos preparados es que en su mayor parte nos aportan calorías vacías, es decir, sin calidad nutritiva, sin aportar nutrientes saludables. De hecho en las etiquetas ponen cosas como “preparado de carne”, aunque al consumidor le parece estar viendo carne picada, o “preparado de queso para pizza” que por fuera parece un delicioso pack de queso rallado para fundir, pero que si damos la vuelta y leemos los ingredientes, nos damos cuenta que lleva de todo menos queso.
Y es aquí donde queríamos llegar… ¿miramos los ingredientes de lo que comemos? No hablamos de estar obsesionados con los ingredientes, pero sí de echarles un vistazo. Por lo menos para que cuando nos vayamos a comer algo, sepamos si estamos comiendo lo que vemos o quizás es resultado de una fórmula-conjuro a base de varita mágica de laboratorio.
¿Qué efectos tienen en nuestro cuerpo?
Para pensar en su incidencia sobre la salud recordaremos aquellos años de infancia de “panteras rosas” o “bollycaos” y batidos de chocolate (bendito páncreas, lo que tuvo que soportar…). Y lo que soporta aún hoy (porque se sigue viendo en los colegios hoy en día), porque no es solo que podamos engordar, es que podemos enfermar.
Una bebida energética y un paquete de Donettes, pongamos, le suponen al páncreas unos 200 gramos de azúcar que puede gestionar un día, dos, tres, pero que a la larga y semana tras semana, le acaba volviendo loco. La insulina se dispara y se crea una alteración a nivel metabólico, lo que se llama diabetes tipo 2. El cuerpo tiene un exceso hepático de grasa y esto nos genera además colesterol alto. De ahí, se derivan problemas de tipo cardiovascular y como sobra tanta energía, el cuerpo la acumula en forma de grasa. Resultado: obesidad, hipertensión cardiovascular o diabetes del tipo 2. Todas estas sintomatologías están asociadas a este tipo de productos ultraprocesados. A este respecto se ha publicado recientemente un estudio realizado por la universidad París-Soborna que difundió el periódico La Vanguardia.
Hablamos de almuerzos de niños, pero si pensamos en adolescentes o jóvenes recién independizados, o incluso en algunas familias… los menús en general parece que no mejoran.
En definitiva, tenemos que intentar consumir alimentos sin etiqueta y sin lista de ingredientes, es decir cocinar recetas saludables con una alimentación saludable basada en alimentos frescos de primera necesidad como frutas, verduras, hortalizas, legumbres, frutos secos, semillas, cereales integrales, huevos, carne y pescado frescos. En caso de llevar ingredientes, un truco fácil sería evitar todo lo que contenga más de tres-cuatro ingredientes en su etiqueta.
De esta forma evitaremos el tener que escuchar dentro de un tiempo frases como: “Hola Soy Juan, y soy adicto a los ultraprocesados”.
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